Opinión Parlamentaria (31-03-2017) El fenómeno de la globalización que emerge en las últimas décadas del siglo pasado tiene al menos tres esferas bien marcadas de expresión: las comunicaciones, la cultura y la economía. Este fenómeno nace habilitado por el incremento de la capacidad y velocidad del transporte, y el desarrollo vertiginoso de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) que logran transportar y procesar datos con múltiples propósitos en forma instantánea, haciendo al mundo cada vez menos ancho (¿pero igual de ajeno?). De las tres esferas antes mencionadas, es la esfera económica la que ha tomado la delantera en el proceso. Los países están surcados por poderosísimas empresas transnacionales, esto es, por núcleos de actividad económica que operan en ellos con objetivos, criterios y organizaciones homogéneas, con una visión de la producción y el consumo global, para los cuales los territorios son marcos de actuación, con los que se tratará de lidiar lo mínimo posible.
Esto es un cambio que ha destruido el esquema de desarrollo-país con el que se emergió después de la II Guerra Mundial. Los grandes capitales, que son los que marcan las reglas de juego, no se identifican con un territorio, no buscan cultivar una relación privilegiada con un solo gobierno. Es en este contexto que las reglas de funcionamiento de la producción y el comercio internacional, comienzan a recibir mayor presión para adaptarse a este esquema de funcionamiento global, del cual estamos viviendo ahora la promoción de los TLC de última generación, sólo por citar un ejemplo. Son muchos los aspectos de la economía sobre los cuales los Estados-Nación ven perder progresivamente su capacidad de influencia, por ej., la facultad de recaudar y controlar los impuestos, que históricamente constituyó uno de los pilares de la institucionalización del poder. Se cede ante el deseo de atraer capitales extranjeros, pero no sólo por eso. El impuesto ya no es una decisión soberana desde el momento en que el lugar de la residencia y de la inversión ya no son un dato sino una opción, y el valor agregado se va formando de manera abstracta, por lo cual es difícil asignar su creación a un lugar preciso. Basta pensar en las dificultades con las que nos encontramos hoy en Uruguay para controlar aplicaciones informáticas que operan a nivel global vendiendo bienes y servicios. La informatización de la producción ha tendido a liberar al capital de toda limitación territorial y de negociación.
Hoy el capital puede retirarse de la negociación con una población local dada, trasladando su producción a otro punto de la red global o puede sencillamente emplear su capacidad de hacerlo como un arma de negociación. Tal como expresa el sociólogo alemán Ulrich Beck, los problemas actuales de la sociedad del trabajo se encuentran en el marco de una “economía política de la inseguridad”, a la que caracteriza por:
1. El nuevo juego del poder se expresa entre unos agentes vinculados a un territorio (gobiernos, parlamentos, sindicatos) y unos agentes económicos desvinculados de todo territorio (el capital, las finanzas y el comercio).
2. Como resultado el margen de maniobra de los Estados se reduce al dilema de o bien “pagar” la creciente pobreza con un mayor índice de desempleo o bien tolerar un índice escandaloso de pobreza a cambio de algo menos de desempleo.
3. A esto se suma el hecho de que el mundo del trabajo se acerca a una crisis a medida que las personas son sustituidas por tecnologías inteligentes. La creciente tasa de desempleo no se puede seguir achacando a crisis económicas cíclicas, sino a los éxitos de un capitalismo tecnológicamente avanzado.
4. La “economía política de la inseguridad” conlleva un efecto dominó. Lo que antes se complementaba y reforzaba de manera recíproca (pleno empleo, pensiones más seguras, elevados ingresos fiscales, márgenes de maniobra de la política estatal) se ve ahora en recíproco peligro.
5. Por su parte, las estrategias ortodoxas pasan a la defensiva. Los empresarios reclaman tener la capacidad de despedir más fácilmente a sus trabajadores. La flexibilidad laboral significa también que el Estado y la economía traspasen los riesgos a los individuos.
El reconocimiento por parte de los Estados nacionales de su incapacidad de resolver por sí solos los problemas esenciales de la economía y de las relaciones políticas internacionales vacía cada vez más de contenido a las instituciones nacionales, convirtiéndolas en mecanismos intermedios de una maquinaria más compleja e inasequible, alejándolas por tanto de su función de representación directa de los ciudadanos, de sus territorios. Los gobiernos se enfrentan a problemas tales como el narcotráfico, el empleo de recursos no renovables, epidemias, y el calentamiento global, que no se pueden clasificar de una manera significativa en estos términos. Como militantes debemos repensar nuestra estrategia en este contexto. Si bien existen redes globales “altermundistas” ya sea por áreas temáticas o por afinidad ideológica, aún falta construir herramientas de coordinación global que estén a la altura del desafío que se enfrenta, que tengan una estrategia de actuación a largo plazo y que decidan cómo y ante quien presionarán por sus reclamos: ¿Ante los gobiernos nacionales?, ¿ante las distintas formas de gobierno internacional?, ¿cuáles son nuestros medios de presión para conseguir nuestros reclamos? Sin lugar a dudas serán los jóvenes quienes mejor comprendan esta sociedad hiper conectada y al mismo tiempo tan fragmentada, y constituyan nuevas formas de lucha. Entre tanto, creemos que, sigue siendo válido el espíritu que trasmitía el sub comandante Marcos en un famoso discurso del año 94, en el que abrazaba todas las luchas, por todos los derechos vulnerados, a lo largo de todo el mundo:
“Marcos es gay en San Francisco, negro en Sudáfrica, asiático en Europa, chicano en San Isidro, anarquista en España, palestino en Israel, indígena en las calles de San Cristóbal, judío en Alemania nazi, feminista en los partidos políticos, comunista en la posguerra fría, preso en Cintalapa, pacifista en Bosnia, mapuche en los Andes, maestro de la CNTE, artista sin galería ni portafolios, ama de casa un sábado por la noche en cualquier colonia de cualquier ciudad de cualquier México, guerrillero en el México de fin del siglo XX, huelguista en la CTM, mujer sola en el metro a las 10 p.m., campesino sin tierra, editor marginal, obrero desempleado, médico sin plaza, estudiante inconforme, disidente en el neoliberalismo, escritor sin libros ni lectores, y, es seguro, zapatista en el sureste mexicano”.
Por: Parlamentaria Lilián Galán
Publicado originalmente en el portal República.com.uy