El MERCOSUR y África

Por Alberto Asseff.

Opinión Parlamentaria (14/02/2018). Es un dato irrefutable: África es vecina. También es lastimosamente una realidad que cultural y mentalmente la consideramos lejana, distante de nuestras perspectivas. Quizás, esta falacia de la distancia incida más en nosotros, Uruguay y Paraguay que para Brasil. Los brasileños tienen intensas relaciones con el continente contiguo y varios de los países africanos hablan portugués. No obstante, Brasil no ha estado activo para promover en el seno del MERCOSUR una profundización de los vínculos con África. Mucho menos nosotros. China que verdaderamente es lejana, tiene una enorme actividad en el continente africano, al punto que su presidente ha visitado a casi todas las capitales.

Francisco Benard, quien fuera diplomático argentino en Sudáfrica, suele comentar que uno de los consejos de la excanciller Susana Malcorra a su sucesor Jorge Faurie fue que “está (para las relaciones exteriores argentinas) pendiente África”. ¡Vaya si está pendiente!

Una nota histórica no está de más: Buenos Aires fue la capital de un territorio africano, Guinea. Desde 1776 hasta 1810. Hoy, Guinea Ecuatorial es, junto con los habitantes del Sahara Occidental, los únicos de habla hispana en toda África. Pareciera que en Madrid había un poco más de lucidez geopolítica que la que habita en algunos despachos de Buenos Aires.

Se propone un difícil acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, pero se posterga el diálogo con África. La tecnología intermedia que tenemos para ofrecer en el Mercosur encastra a la perfección con las necesidades africanas: desde acá pueden ir maquinarias agrícolas y equipos para otros sectores industriales, aparatología médica, técnicas agrícola-ganaderas, construcción de caminos y otras obras de ingeniería, turbinas hidroeléctricas, reactores nucleares de usos pacíficos (como los que les construimos a Egipto y Argelia ya hace mucho tiempo) y mucho más. Asimismo, los servicios profesionales de argentinos y mercosureños pueden ser parte del futuro intercambio.

África es un mercado para exportar el conocimiento argentino y del MERCOSUR. Es decir, vender valor agregado.

El 25 de enero pasado Comercio Exterior de La Nación informaba que “55 países africanos están construyendo una zona de libre comercio gigante”. Apuntan a formar el ALCC – Área de Libre Comercio Continental. Hoy la situación es en ciertos lugares patética: un contenedor de autopartes, por ejemplo, tarda tres semanas y media para pasar la aduana del Congo.

Los africanos están en una etapa de crecimiento. Aún lejos del desarrollo y muy distantes de la idea-sueño de la unidad continental, la excluyente manera de sortear la trampa del mapa fracturado, dibujado en oficinas europeas, pergeñado por mentes que sabían el abecé de la geopolítica de predominio: dividir para reinar. 

Es imperioso que el MERCOSUR y el África tengan una primera cumbre para trazar un plan de convergencia para lograr el Acuerdo de Libre Comercio más grande la historia. Lo primero que debe hacerse es dialogar con la Comunidad Económica de África Occidental, con la que compartimos el Atlántico. A la par, debemos conversar con la Comunidad de Desarrollo del Sur de África. Con esas dos Comunidades podríamos avanzar hacia la reunión cumbrera con todo el continente.

Libre Comercio es para los pueblos, para la prosperidad general. Por supuesto que para que sea un beneficio que derrame oportunidades es menester que la modelación o diseño del Acuerdo sea realizado en función de los intereses generales. Esto suele decirse, pero no es tan sólita su práctica. Por eso, esta labor del MERCOSUR y África tiene que ser dirigida por la política -obviamente la grande, con mayúscula-, con el auxilio de los técnicos, tanto diplomáticos como de las negociaciones comerciales con el exterior.

Hoy, como nunca antes, las relaciones Sur-Sur nos pueden deparar amplios y proficuos resultados.