Por Alfonso González Nuñez.
Opinión Parlamentaria (12/12/2017). La salvaguarda de la naturaleza contra cualquier amenaza derivada del desenfreno, la ambición desmedida y/o la incuria humanos, es compromiso moral y responsabilidad suprema de individuos y naciones que entienden y comprenden que las constantes agresiones propinadas al ecosistema degradan la existencia de los seres vivientes poniendo en serio riesgo la conservación misma del planeta.
Ciertamente, el progreso de los pueblos precisa de determinados sacrificios ambientales para desarrollar la producción, principalmente la primaria, de cara a cimentar ese bienestar integral que constituye la meta central de cualquier sociedad contemporánea.
Irónicamente, y aunque duela admitirlo, nos vemos compelidos a destruir para construir. Apocalíptica frase que redunda en realidad cuando, por ejemplo, se recurre a la deforestación irracional y transgresora para sustentar la explotación forestal, aumentar la superficie de pastizales y ganar parcelas para cultivos diversos, sin medir las nefastas consecuencias de actos irreflexivos, consumados con conocimiento de causa o no.
La industria maderera, la ganadería y la agricultura son renglones imprescindibles e insustituibles de la economía de todo país que como el Paraguay prospera a través del comercio interno y externo de sus mercancías esenciales, actividad que genera divisas, fuentes de empleo e ingresos fiscales.
Tales apreciaciones, sin embargo, de modo alguno se compaginan con el abuso indiscriminado e incluso criminal de los bienes terrenales. La desproporcionada tala de árboles, la implacable quema de bosques, el exagerado desmonte, el inmoderado rozado de terrenos y el uso desorbitado de pesticidas materializan la serie de atentados asestados al contorno y cuyos calamitosos efectos se trasuntan en la desertificación de extensas áreas, el daño irreparable a la capa de ozono que protege la atmósfera de la radiación ultravioleta, la contaminación y corrupción del oxígeno del aire, el agotamiento gradual de los acuíferos, las desastrosas variaciones climáticas, y la extenuación paulatina de selvas y florestas.
La Presidencia de la Delegación de Paraguay en el Parlamento del MERCOSUR exhorta, con tono de exige, a que en las negociaciones entre nuestro bloque sudamericano y la Unión Europea (UE) se incluya la preservación del medio ambiente cual cláusula de observación obligatoria bajo pena de rigurosas sanciones a los infractores sean éstos gobiernos, empresas, o particulares.
En ese contexto, insta a que se reglamente a escala birregional el uso de la biosfera con fines productivos, lo que se traduce en que todo emprendimiento manufacturero y unidades de rendimiento agropecuario instalados en la futura entidad transcontinental deberán adoptar las precauciones de rigor para neutralizar o atenuar en grado sumo los deterioros y alteraciones de los entornos espaciales circundantes, visto que la alianza una vez concertada y en etapa operativa requerirá un sustantivo incremento de la producción resultado del crecimiento de la comunidad de consumo.
Paraguay asume la Presidencia Pro Témpore del MERCOSUR el próximo 21 de diciembre, tiempo coincidente con la fase concluyente de las tratativas dirigidas a rubricar el convenio con la UE y razón de más para que los delegados compatriotas en el Consejo Mercado Común (CMC) planteen a sus pares de ese organismo y a los homólogos del Consejo Europeo (CE) el respeto irrestricto del hábitat involucrado decretando providencias bilaterales de defensa de la ecología.
El Tratado de Asunción declara que la preservación del medio ambiente es de vital importancia para acelerar el proceso de integración en la zona compartida. Esta Presidencia lo recordó en julio de 2011 y noviembre de 2015, a través de sendos pronunciamientos.
El agreste verdor, aunque bastante estropeado hoy día a nivel mundial, es el factor preponderante que guarnece la existencia de personas, animales y los propios vegetales, y por ello tendrá que ser no solo amparado sino incluso vigorizado por las manos del hombre civilizado, al menos si pretende legar a las generaciones venideras una mater natura saneada y dispensadora vida.