La arrogancia de las fuerzas de seguridad del Brasil se puso nuevamente de manifiesto durante el reciente operativo “ágata”, un colosal y anual despliegue de efectivos militares y policiales, armamentos y equipos bélicos a lo largo de la franja fronteriza con Paraguay para, según los organismos responsables, combatir los denominados crímenes trasnacionales como el contrabando y el tráfico clandestino de drogas y armas, entre otras versiones delincuenciales.
Nadie niega autenticidad al derecho de los países independientes de hostigar y atacar los focos de la ilegalidad y la marginalidad en sus propios territorios, incluso en zonas limítrofes con las naciones aledañas, siempre dentro de su soberanía geográfica, pero nunca al interior de las heredades extranjeras, tal cual aconteciera, por enésima vez, cuando naves del vecino país tripuladas con aparejo de guerra cruzaron la línea divisoria fluvial del río Paraná y se adentraron furtivamente en dominio paraguayo, sin informar ni solicitar la autorización de las autoridades nacionales.
Conforme a informaciones fiables de voceros de la Armada local, los uniformados brasileños invadieron con marcada actitud beligerante, espacios soberanos de nuestra república en varias oportunidades durante el operativo, supuestamente en persecución de contrabandistas contra quienes abrieron fuego a discreción, sin medir la magnitud del ilegal acto, que sea cual fuere su propósito último, lo real es que se perpetró en flagrante y descarada violación del Derecho Internacional y los Códigos universales que regulan las relaciones entre Estados.
No satisfechos con incursionar subrepticiamente en superficie foránea, la tropa de asalto secuestra un total de seis embarcaciones paraguayas, ¡en aguas paraguayas!, para colmo de males y vergüenza del MERCOSUR, que en un reeditado capítulo de prepotencia y barbarie desnuda su condición de grupo multilateral manoseado por quienes presumen y abusan de una ascendencia impuesta, supremacía no precisamente lograda a costa del respeto y la estima de sus pares.
La agresión premeditada y alevosa, consumada a sabiendas de que el Paraguay carece del poderío castrense para contrarrestar tamaño asalto a su soberanía, es un atentado fratricida contra los afanes de integración en una zona de Sud América donde los países de menor preponderancia económica, política y militar soportan estoicamente los desafueros y atropellos a su dignidad y patrimonio de parte de aquellas potencias que se autocalifican de “líderes”, Brasil particularmente, cuando en los hechos son nostálgicos descendientes del imperialismo opresivo.
La Presidencia de la Delegación de Paraguay en el Parlamento del MERCOSUR exige, en representación del pueblo paraguayo y de la comunidad regional que congrega hoy a seis naciones, una inmediata reparación compensatoria, un público desagravio del Ejecutivo brasileño, en que admita la culpabilidad y solicite la indulgencia de su par compatriota, ofreciendo, a renglón seguido, seguridades plenas de que abominaciones de tal calibre ya no se registrarán en el futuro.
En tiempos regidos por la convivencia civilizada y el intercambio fructífero, resulta inadmisible tolerar la soberbia, la brutalidad y el menosprecio con que se conducen aquellos falsarios que pregonan clamorosamente la armonía de voluntades y esfuerzos en pos de un ideal compartido, pero que en la práctica obran como despreciables canallas mofándose impune y cobardemente de los más inermes.
La tríplice compuesta por la invasión territorial, secuestro de embarcaciones, y nutrido disparos de armas de guerra, amerita la enérgica sanción, aunque fuere moral, de las entidades continentales y mundiales que glorifican el pacifismo, la inviolabilidad de las soberanías, y la recíproca deferencia y cooperación entre sus miembros, o se estará tácitamente renovando una moderna patente de corso a los retoños del colonialismo lusitano.
Agosto de 2015
Parlamentario ALFONSO GONZÁLEZ NÚÑEZ
Presidente