Opinión Parlamentaria (06/12/2018) - La Cumbre que reunió a los principales líderes mundiales en Argentina fue una buena ocasión para abrir el debate sobre los graves problemas globales que necesitan respuestas urgentes y coordinadas de manera multilateral.
Sin embargo, los resultados de la Cumbre dejaron en evidencia la creciente pérdida de importancia del G-20 como ámbito multilateral capaz de coordinar políticas sobre temas tan importantes como la regulación de los capitales especulativos, el cambio climático, las migraciones o la guerra comercial, entre otros. Tampoco estuvo presente la creciente y escandalosa desigualdad entre y al interior de los países que sigue generando tensiones, disturbios sociales, conflictos civiles, migraciones masivas y brotes xenofobos. De acuerdo con el informe de Oxfam de 2018, el 82% de la riqueza mundial generada durante 2017 quedó en manos del 1% más rico de la población mundial.
Estamos asistiendo a un nuevo orden global, donde la principal potencia mundial desafía y desconoce al sistema multilateral. Es por eso que en este ámbito debemos bregar por reglas de cumplimiento para todos y que además favorezcan a los países en desarrollo, mientras que a nivel regional debemos trabajar por una sólida integración entre iguales, entendiendo que es la estrategia más eficaz para defender nuestros derechos, ganar autonomía y alcanzar un verdadero desarrollo sustentable.
Sin embargo, la política exterior de la región se va alineando con la de Estados Unidos, contribuyendo de manera activa a la desintegración regional, vaciando la UNASUR y volviendo a concebir al MERCOSUR apenas como una zona de libre comercio. Se trata de una visión y caracterización equivocada del mundo actual. Gobiernan bajo el paradigma económico de la década del 90 -apertura y desregulación de la economía y comercio internacional creciente- sin tomar en cuenta que ese modelo fracasó y que estamos viviendo en un mundo diferente.
En este sentido, la Argentina -en el ejercicio de la Presidencia- debería haber trabajado junto a otros países del G-20 para impulsar los objetivos para los que fue concebido y que tendrían un impacto positivo sobre las economías en desarrollo. Hasta el año 2015 la Argentina, junto a otros países emergentes, sostuvo la necesidad de implementar mayores regulaciones tanto a los sistemas financieros domésticos como al sistema financiero internacional. Se señalaba, también, la necesidad de coordinar políticas tendientes a promover medidas anticíclicas de impulso a la demanda, una reforma del sistema financiero y de los organismos de crédito multilaterales, la erradicación de los paraísos fiscales y un cambio en la política de flexibilización del trabajo por el impulso a la creación de trabajo decente.
Hoy estamos asistiendo a la emergencia de un nuevo orden mundial que implica el lento ocaso de los Estados Unidos como único poder hegemónico económico y militar durante las últimas décadas y la formación de un sistema multipolar conformado por un mayor número de actores claves.
La historia nos enseña que un mundo en proceso de cambio de relaciones de poder es un mundo conflictivo e inestable, no es un proceso fácil, sin tensiones, fricciones o violencia y por eso resulta necesario construir consensos capaces de garantizar la seguridad y la paz mundial. La consolidación de un nuevo orden mundial multipolar sobre bases sólidas exige el pleno respeto al derecho internacional, democratizar el sistema multilateral surgido en la posguerra y retomar la agenda del desarrollo, bajo el entendimiento que es el único camino para poder avanzar hacia un orden mundial más justo, equitativo, y democrático.
Por Jorge Taiana
Legislador del PARLASUR – ex Canciller Argentino