Por Alberto Asseff
Opinión Parlamentaria (07/12/2017). Los movimientos geopolíticos están en el orden del día de todo el mundo. China, procurando neutralizar las tendencias desbordantes de su desarrollo interno, intenta promover a las ciudades de tercer rango para evitar la desmesura de sus megalópolis como Shanghái y tratando de afirmar su soberanía en el mar meridional, en dura puja con Japón, Filipinas, Vietnam y otros países. También es evidente cómo dosifica la amenaza de Corea del Norte, aparentando enojo, pero manipulándola.
Simultáneamente refuerza sus inversiones en América Latina y África, impulsa las dos nuevas “Rutas de la Seda”, ahora con un ferrocarril que llega a Lisboa y a Londres, opera en el puerto griego de El Pireo, aterriza en los Balcanes con fuertes inversiones en Serbia e influye decisivamente en once Estados de la Unión Europea, tales como Hungría, Bulgaria, República Checa, Polonia, Rumania, anudando vínculos con el Grupo de los 16, países de Europa Central, del Este y los Balcanes, incluyendo el financiamiento de la línea férrea rápida entre Budapest y Belgrado. Como en los viejos tiempos va dibujando el mapa.
El recelo de Bruselas, sede de la UE, es eso, alarma, pero las movidas chinas son hechos. El intercambio entre China y los Balcanes, en las narices de Italia, ya asciende a 3.300 millones de euros. En Serbia, tradicional aliada eslava de Rusia, los chinos hasta reflotan una planta siderúrgica en un suburbio de Belgrado, Smederevo manteniendo el empleo a miles de personas.
El aislacionismo de EEUU impulsado por el presidente Trump incentiva a Europa Central, parte de la UE, a buscar nuevo socio. Pekin se regocija. Los norteamericanos parecen enfrascados en el llamado “rusiagate”, desentendidos de problemas globales como el cambio climático, el flagelo del trabajo infantil en el mundo, la pobreza y tantos otros asuntos. Inclusive, en el siempre caliente Cercano Oriente el protagonismo ruso, inesperadamente asociado a Turquía, parece preponderar en la castigada Siria y la contención a Irán la asume Arabia Saudita que convoca a una alianza islámica sunita contra los chiitas persas, a la par que el príncipe heredero da pasos modernizadores, otrora impensables.
Europa, esa vieja pero siempre atractiva, ha recomenzado a crecer con más de un 2,5% del PBI y más allá del Brexit, gran dolor de cabeza para Gran Bretaña, forja nuevos instrumentos de integración, ahora con una defensa común que prevé respuestas a una de las más intangibles pero acechantes amenazas, el ciberataque. Y prosigue con su presencia en África, con una magna cumbre entre la UE y la Unión Africana, algo que contrasta negativamente con la inacción del Mercosur que no se decide a organizar una reunión con nuestros vecinos del este. Antes de esta gran Mesa europea africana, el presidente francés Macron estuvo en varios países francófonos consolidando añejas relaciones. Es interesante y poco conocido que existe una moneda común, el franco CFA, ligada al euro, en 14 Estados del África subsahariana más las Comores. Nosotros en el Mercosur aún no tenemos “clearing” bancario. Obviamente, el intercambio intra Mercosur se dificulta por la ausencia de instrumentos monetarios compartidos.
Rusia no se descuida ni cede su rol de gran potencia. Recobra presencia en el estratégico Mar Negro y en el Oriente Próximo a partir de su relevante papel en Siria y con indicios de conciliación con Turquía. Además alienta diversos separatismos prorrusos, como los del este de Ucrania y de Moldavia. Por eso no hesita en respaldar subrepticiamente a los independentistas catalanes y el día de mañana a los de Córcega o cualquier otro que surja.
En esta parte del planeta en que estamos nosotros, la integración, salvo excepciones, es una proclama retórica, lejana de las realizaciones. Están ausentes sin aviso una estrategia comercial común, atraer inversiones que beneficien al conjunto, seguramente a través de cadenas de valor que posibiliten que el producto final sea el resultado de segmentos fabricados en tres o más países y hasta carecemos de imaginación. Hay hoy una creciente demanda turística de alta capacidad de consumo. Sólo con pensar en que 20 millones de chinos se suman por año con avidez por salir a pasear tendríamos que pergeñar respuestas y ofertas. Por ejemplo, habría que unir al actual ferrocarril que liga a Cuzco con Arequipa, pasando por el lago Titicaca, con el que llegue hasta Jujuy pasando por la Quebrada de Humahuaca. Esa opción turística deberíamos ofrecérsela al mundo, creando entre nosotros puestos de trabajo de alta calidad y remuneración.
Siendo la Antártida un reservorio de recursos variopintos y nosotros su primer ocupante permanente, el 2 de diciembre pasado un Hércules recién refaccionado no pudo llegar a Marambio y debió volver a Río Gallegos en emergencia. Es hora de que ahorremos en choferes, celulares de funcionarios, publicidad estatal, festivales, etc. y compremos una flota aérea de transporte y de defensa elemental. Tomando el modelo chino de búsqueda de soberanía más que dudosa en el mar meridional contiguo, nosotros, que la tenemos más que firme, aunque parcialmente usurpada, tenemos que disponer de patrulleros oceánicos y de todo tipo de buques para custodiarla y aprovecharla. No puede volver a acaecer que estemos impedidos de rescatar o siquiera buscar a un submarino accidentando y, peor, que ese sumergible esté en dudas si se hallaba en condiciones plenas para navegar. Es tiempo para que nuestros satélites auxilien para el control de la “pampa marítima o mojada”. Y para que la ocupemos.
Una mirada geopolítica no sólo sirve para satisfacer nuestra curiosidad. Es útil para guiar la gestión de gobierno porque señala las directrices. Custodia, defensa, aprovechamiento de los recursos, conectividad física, integración económica, cadenas de valor, planificación conjunta, encuentro con la vecindad, no sólo la inmediata, sino la de allende el océano como África, trabajo de calidad, horizonte para los países y sus gentes.
Publicado originalmente en Norteenlinea.com .